Luego de pasar una par de horas en un centro comercial, me acerqué a la cola para pagar dos bagatelas adquiridas, ataviado con la mascarilla correspondiente me situé a la distancia señalada por las socorridas bandas adhesivas pegadas al suelo que marcaban dos metros de distancia entre clientes, en el tiempo de espera dos señoras se colocan por delante del hombre que me precedía aprovechando el espacio de seguridad, al que preguntan de manera engreída si estaba esperando para pagar, ante la respuesta afirmativa proceden a ocupar la cola, ignorando las normas se colocan a escasos centímetros de donde me encontraba , descarté llamarles la atención ya que ante la necedad de su aptitud consideré una perdida de tiempo, conforme iba avanzando el turno éstas lo hacían junto a mí, mientras sostenían una comprometida conversación sobre civismo y solidaridad en referencia al asunto de la pandemia.
SIN PALABRAS
18-04-2013
Si vas circulando con tú vehículo y justo delante llevas el típico coche con la pegatina de bebé a bordo, a un servidor lo primero que se le viene a la mente es ¡Horror! ¡Peligro! Circulan con velocidades a normalmente reducidas, cuando se aproximan a un semáforo suceden dos cosas, la primera que producto de la lentitud con la que circula un semáforo verde se convierte por obligación en ámbar para finalizar en rojo y es en ese mismo instante en el cual aceleran para saltárselo. En la segunda cuando se detienen da la sensación de que activan todos los medios de seguridad del vehículo, freno de servicio, candado de bloqueo de volante, desactivado de batería, alarma anti robo, a alguno solo le falta poner el toldo por si llueve, ya que cuando el semáforo vuelve a ponerse en verde la lentitud con la que ponen el vehículo en marcha es pasmosa, el semáforo, cambia al ámbar y ya una vez en rojo arrancan sin ningún pudor. Te quedas de nuevo en el semáforo de espera pero al menos te lo has quitado del medio o eso pensabas ya que pocos metros más adelante ahí lo tienes, vía de dos carriles y ¡Cómo no! Circulando por el medio de los dos, si no eres un conductor que le guste llamar la atención a nadie, intentas pasar por cualquiera de las manos donde exista un hueco y cuando parece que ya lo vas a conseguir, acelera conduciendo de forma temeraria y te cierra el camino, tras detener ambos los vehículos, el de la pegatina señala con gestos la silla haber si no has visto que lleva un bebe y haber si estas loco. Asentí con la cabeza en forma afirmativa y sin hacer caso omiso la conclusión que saque, es que en el vehículo había un bebé. ¡Pero al volante!
SANTÍSIMA ESTUPIDEZ
Una noche de sábado cuatro amigos fuimos de cena con el motivo de celebrar un cumpleaños en un restaurante cercano al centro. Cuando en torno a las diez y media nos personamos en el local que habíamos realizado previamente la reserva, nos indicaron la mesa asignada para el evento. luego de tomar asiento en unas sillas que parecían haberlas sacado de saldo en un parvulario, ojeamos el menú. tras la elección del mismo, uno económico pero arreglado, al menos sobre el papel, ya que las cosas no están para grandes alardes. El camarero procedió a ofrecer el vino, entre dos marcas, una mala y la otra peor, lastima que no hubieran tenido el de la casa, que en ocasiones es el más socorrido. Como se trataba de clarete, estuve a punto de valorar los vinagres, pero en fin con la ensalada no desentonó. El segundo de los entrantes estaba compuesto por ibéricos, cuatro piltrafas de alguna punta sobrante revenida y rancia. A continuación media docena de croquetas con sabor indefinido para los cuatro de las cuales aún sobro alguna, ya que aquel amasijo deshidratado acartonado, tampoco convenció a nadie. A todo esto el camarero orgulloso, con la mejor de sus sonrisas. ¡Que cara más dura! Por fin llegó el último entrante, un puñado de champiñones quemados tan negros que pensé que estaban hechos con salsa de chipirón, estrellados en un plato con el borde sucio, que tal vez fuese un amago de decoración y sin terminar de elaborar ya que estaban aceitosos, con un excesivo sabor a vino blanco o lo que fuese. Por fin llegaron los platos fuertes, unos pimientos rellenos de la misma masa que las croquetas, compuestos por seis unidades para cuatro, con lo que me pregunto, ¿De haber ido solo una persona? ¿hubieran tenido la cara dura de servir pimiento y medio? Pues visto lo visto si. Ya para finalizar entrecot ¿Entre qué? ¡Ahí ya no pude más! Apartando los cubiertos sobre el plato, ya que estaba lleno...de indignación. A partir de ese instante ya renuncie a postre, café y copa. ¡Cualquiera se fía! De alguien que hace el sorbete de limón con chacolí. tras salir de aquellos pupitres de parvulario, el camarero esbozó una amplia sonrisa. ¡Vuelvan pronto! ¿Se estaría descojonando de nosotros?
MERCADERES
NORMAS DE CONDUCTA
Como cada sábado por la mañana fui al mercado en busca de productos frescos para la semana. Comencé el itinerario por los puestos donde compro habitualmente, primero por el pescado, bacalao en salazón, embutidos y llego a las aves, como hay clientes pido la vez, me la da un señor que en ese instante va a ser atendido y coloco las bolsas de las compras realizadas antes sobre una parrilla de acero inoxidable, en ese momento la mujer de la pareja que compra a mis espaldas, coge el carro con el bebe y se coloca cerca de mí, entre tanto el marido finaliza la compara, ya atendido solicita el precio y cogiendo la bolsa con el genero la coloca pegada a una de las mías, vuelve a pagar y cuando se marchan, la mujer coge la bolsa con su compra, acto seguido trata de apropiarse de una de las que yo había dejado, ante esto reacciono rápidamente retirando la bolsa y para sorpresa trata de echar mano a la segunda, con la misma respuesta por mi parte, la mujer suelta una sonrisa socarrona sin intención alguna por disculparse ante lo que pudiera ser algún mal entendido.
“LA APUESTA”
esos centros comerciales con nombre de Dios del amor en la mitología Griega y terminación de la antigua Rusia, con la intención de mirar algún artículo en el departamento de bricolaje, tras deambular cerca de una hora, al no encontrar nada interesante, me acerqué a la zona de alimentación para comprar cuatro cosas básicas. Cuando tres de ellas ya las tenía en mi cesta procedí a buscar el cuarto producto que necesitaba, ¡Los huevos! Luego de recorrer en numerosas ocasiones los lineales por aquellas avenidas, resultó que no encontré el artículo, ¡Tiene narices! Por no redundar. Miré a mí alrededor y pude comprobar que no era el único con problemas para dar con un producto, había gente que estaba más perdida que un paleto en el Madrid de los setenta. Entonces comencé una búsqueda minuciosa, recorriendo todos los pasillos ordenadamente, hasta que las pesquisas dieron resultado, tome el ansiado articulo y me dirigí a la caja, mientras esperaba que cobrasen al cliente anterior a mí, cogí una bolsa de precio medio que son más resistentes que las baratas, una vez la cajera de turno procedió a cobrar me dio el tique y el cambio, producto del billete que previamente había entregado para el pago, al comprobar el tique veo que en lugar de cuatro cosas, figuran seis por lo que procedo a reclamar a la empleada, ante las típicas excusas, le comente en tono jocoso que a lo mejor ha habido suplantación de precio, con el consiguiente enojo solicite a la cajera me devolviese el dinero y que se quedara con el genero. ¡Tiene huevos!